domingo, 8 de abril de 2012

“UNA GOTA COMO EL MAR”

U
na gota de agua clara se mece hacia el abismo, asomándose al borde de su oscuro destino…
Y en el ir y venir de un vaivén que la sujeta con la última fibra, de la única vida conocida, da la sensación de que no quiere dejarse caer así porque sí.

Se nota que teme por lo desconocido, por lo que vendrá…

     Entonces llega una suave brisa como un mandato divino, que la mece y la hace tambalear en el vacío, como un novato trapecista en su noche estelar…
    Pero no… No es tan divino como para quebrantar a su joven, pero férrea voluntad. Que ahora la hace desconfiar de cualquier intromisión de aire que se cuele por la ventanilla del baño, por pequeña que sea. Y entonces se aferra con uñas y dientes, con sangre hirviente y esperanzas renovadas…

    Con un pavor tan extraordinario, con un miedo tan grande que se convierte en estoica resistencia ante las fuerzas más antiguas de todo universo conocido… Y así luego de horas, de días, de soportar las fuerzas de la gravedad y la gravedad de las fuerzas, que sabe, al fin, la quebrarán como el viento a un tallo seco en medio de la tempestad; también sabe que cada segundo que pasa, está uno más cerca de su muerte…

Luego, no sé cómo -tal vez por la misma influencia del viento-, puede volverse sobre sí. Se retrae, se esconde, como si el milagro fuese posible y se le otorguen fuerzas de otras dimensiones desconocidas… Pero no… Parece que sólo fue para tomar impulso. Como si lo hubiese meditado después de incontables minutos, y llegando a la conclusión de que sí, de que no hay remedio, y que le llegó el momento.

     Tal parece que después de meditarlo y comprenderlo, se retrajo sobre el pico del lavabo en el que se suspende y en el que siempre vivió; y luego de unos segundos adentro del caño, en que no se sabe si vuelve a mostrarse o se va a quedar ahí para siempre, toma fuerzas, y enteramente toda,
como una gota de agua, se lanza contra sus molinos de viento y su inevitable final…

     Y así, redondamente, casi como gozándolo, se lanza hacia su destino que la espera paciente -como todo destino-, recostado y sin apuro, ahí abajo, junto a la rejilla del lavabo.

      Lo que no sabe nuestra gota, es que ahora, después del suicidio meditado, después de la decisión tomada, yo abriré la canilla, dejaré correr el agua y muchas gotas hermanadas, en común unión, serán un torrente de frescura para su oscura soledad yaciente en el caño, todavía rebelde, y la arrastrarán consigo por tenebrosos senderos, por arduos caminos hacia el cielo de su inmensidad, donde al fin será plena, como una gota en el mar…


                                        *SdT*