Ya conocíamos el destino desafortunado apenas salimos de nuestros capullos, y se encendió el fuego que nos proveyeron los dioses…
Conocíamos el placer de la percepción futurística…
El equilibrio entre los aires y los metales, los símbolos y los signos...
Todo, apenas establecido por lo descubierto y lo compartido, entregado con el tacto sudoroso y los ojos encendidos... Mi reloj marca un espacio que se desliza por el deseo del tiempo con el transcurrir de los días...
Las hojas flotan en el abismo de la incertidumbre, como la noche de verano en que tropecé contigo, siguiendo una luz misteriosa que me guiaba el camino...
Las sonrisas nacían y se desvanecían con los caprichos del tiempo y del destino. Todo era un sueño... Las miradas reconfortantes que encontré en tus ojos color miel, como hacía tiempo ya no encontraba ni en mis sueños más profundos. Miradas de colores mágicos que emanaban el cántaro de tus ojos, como una serpiente avezada que hipnotiza a su presa. Y me las bebí de un sorbo, sin pensarlo... Y me envenené...
De tus pestañas de pincel, de tu cara dibujada en todas las esquinas de mi vida, de tu ruborizante sentido del humor, de lo vagabundo que fue el destino, de nosotros... Tontos camicaces del amor...
Cómo hacer para vivir el presente, resistiendo la cruel verdad del sin futuro conjunto...?
Y así volamos entre estrellas pluralizadas, entre lunas llenas de azúcar tostada, en cielos ocasionales, en cielos cambiantes y firmamentos eternizados en la memoria sentimentalista; crepúsculos aletargados, acunados por un horizonte que nos despide nostálgico, tras viajeras nubes de acuarela. Somos dos mariposas disecadas en la ventana de un silente que espera sin ansias su destino.
Sueños continuos, sueños contigo, trágico destino, venenoso amigo... Futuro asesino... Soledad esclavizante y torturadora. Me diste el silencio de tu voz y yo exploté por dentro, me diste el caos interno de tu ser y me invadió una paz aterradora.
La victoria de la catarsis y su poderosa libido, la frustrante bienvenida a mi causalidad asesina, perpetua y errante...
Con recelo observé al porvenir. Mariposas disecadas en la ventana de un silente, que esperan sin ansias su destino; mariposas llenas de vacío que son arrastradas por el viento del sur, al borde del destino...
Un destino cualquiera, sin nombre ni rumbo, ni magia, ni esperanzas...
Y el ahora ya llegó...
El ahora me ganó...
Y de fondo, una triste canción que voló junto a vos… Adiós amor...
Yo seguiré esperando, como cada noche, en la ventana, a que aparezca esa mariposa de luz que me llenó de tí...
Seguiré buscando el rastro de tus alas mágicas, hasta que un viento nos arrastre, como efímeros juguetes del destino, cálidamente, hacia un secreto camino, en que nos volvamos a cruzar en alguna flor en otra primavera...
Y en el que te hagas realidad, entre el hueco de mis alas, junto a mi pecho, una vez más...
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